Japón estrena emperador e inaugura una nueva era. Tras 30 años de Heisei, nombre del período en el que reinó Akihito y que significa “lograr la paz”, llega Reiwa, con la intención de mantener ese espíritu ya que se traduce como “orden” y “armonía”. Naruhito y Masako son los nuevos soberanos del país del sol naciente después de la tradicional ceremonia Keiden To Seiden No Gi, en la que el príncipe heredero, recibió las insignias del poder imperial representadas en una espada, un espejo y una joya llamada Magatama.
La ceremonia, tuvo lugar en el Salón de Audiencias del Palacio Imperial y, aunque la tradición prohíbe que estén presentes mujeres, la ministra designada para representar al Gobierno en el acto ha sido la pionera en romper con esta norma. Sin embargo, Masako no ha podido presenciar cómo su marido recibía los tres tesoros imperiales que simbolizan el valor, la sabiduría y la benevolencia, cualidades de las que debe hacer gala un emperador. Estos símbolos siempre se presentan en sus cajas y nunca deben ser vistos fuera de ellas.
Este solemne acto marcaba el comienzo de la era Reiwa con Naruhito al frente. Poco más tarde, tenía lugar la primera aparición de su esposa como emperatriz consorte en el Shokuigo Choken No Gi. Se trata de la primera audiencia del nuevo emperador y consiste en una ceremonia de alrededor de diez minutos en la que Naruhito ha tenido la primera toma de contacto con más de 300 representantes del poder legislativo, ejecutivo y judicial.
Aunque Naruhito ya es el emperador número 126 de la dinastía del Crisantemo, aún falta la joya de la corona de las celebraciones. El próximo 22 de octubre será la ceremonia de entronización que reunirá a multitud de personalidades de todo el mundo para dar la bienvenida al nuevo jefe del Estado, que sentado en un trono decorado con detalles dorados y con un ave fénix bordado asumirá sus funciones ante el primer ministro, Shinzo Abe.
Japón culminará así un proceso histórico al producirse la primera abdicación en más de 200 años. Akihito renunció el martes al trono en una ceremonia en la que pronunció su último discurso como emperador. El padre de Naruhito, arropado por su esposa Michiko y sus hijos varones, agradeció a los ciudadanos “la confianza y el respeto” depositado en él a lo largo de las tres décadas de reinado.
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